Te odio con todo mi amor by Noa Alférez

Te odio con todo mi amor by Noa Alférez

autor:Noa Alférez [Alférez, Noa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-05-01T00:00:00+00:00


* * *

Andrew se bajó de su caballo entregándole las riendas al mozo de cuadra que lo esperaba en el patio con un farol encendido. El aire frío le trajo el olor a lluvia y tierra húmeda, y las primeras gotas comenzaron a salpicar el paño de su abrigo. Miró ceñudo al cielo que se había oscurecido prematuramente por los negros nubarrones. Había visitado a varios de los arrendatarios y después había dado un largo paseo a caballo por sus tierras disfrutando de la sensación de libertad. Se sentía cansado, pero notaba que gran parte de la desazón que sentía se había disipado.

Por el momento.

Al entrar a la casa, el mayordomo lo recibió con cara de circunstancias, más serio de lo habitual.

—¿Donde están todos, Leopold? —⁠preguntó entregándole el sombrero y el abrigo.

—Las damas están en la sala azul, milord. Recuerde que el señor Richard se fue a casa de sus primos esta mañana. Volverá en un par de días.

Andrew hizo un gesto con la mano, era cierto que Richard se lo había dicho la noche antes pero lo había olvidado. Aprovecharía la visita a los Owen para adquirir un par de caballos para mejorar sus cuadras.

La puerta de la sala estaba abierta, y hasta Andrew llegaron sollozos, llantos y conversaciones confusas mientras avanzaba por el pasillo. Sintió un nudo en el estomago y se quedó petrificado sin poder reaccionar cuando llegó a la puerta. Su hermana estaba deshecha en llanto en el sofá y su madre, sentada junto a ella, intentaba que se bebiera el contenido de la taza que tenía entre las manos. Marian, de rodillas frente a ella, intentaba hacerla entrar en razón.

—¿Qué ha pasado, madre? —Se acercó angustiado hasta ellas que lo miraron como si hubieran visto una aparición.

Su madre se levantó y lo cogió del brazo.

—Ven, hijo. Hablaremos en otro lugar. —⁠Prefería plantearle el problema de forma sosegada y ofrecerle una versión edulcorada sobre el berrinche de Caroline, o temía que la cabeza del tal Coleman acabara separada de su cuerpo antes del amanecer.

—No. Dime qué ocurre, madre. Ahora. —⁠Se acercó a su hermana con la preocupación tensando sus músculos y se arrodilló junto a Marian cogiendo entre sus manos la cara de Caroline.

—Cariño, qué pasa. Dímelo, yo te ayudaré. No llores por favor. —⁠Entre sollozos entrecortados, su hermana intentó a medias explicarle lo sucedido, pero la tercera taza de infusión mezclada con licor, en la que el brandy era el ingrediente más abundante, estaba provocando que se le trabara la lengua y los pensamientos se amontonaban en su mente sin orden ni concierto.

—Él…, John. Se ha prometido. Me ha abandonado. —⁠Estalló en un llanto todavía más fuerte y Andrew, exasperado, sin tener ni idea de quién era el tal John, le arrebató la carta que estrujaba entre las manos convulsivamente contra su corazón para intentar arrojar algo de luz sobre el asunto⁠—. Marian, tú me dijiste…, tú me dijiste…

Andrew pasó los ojos por los renglones de manera frenética, sintiéndose golpeado por la idea de que



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